viernes, 27 de mayo de 2011

La distancia duele.

No pude hacer un pacto con el tiempo, y vi como las agujas del reloj, lentamente, amenazaban un desastre. Me pregunté mas de una vez si yo podría haberlo evitado; y no encontré el motivo ni el momento en que todo se perdió. Tampoco recuerdo su última mirada... esa en la que solía perderme entera. Hubiese eternizado su último aliento, la última huella de su risa... si hubiese sentido que jamás regresaría... Hoy veo desde lejos la inquietud agitada de su espíritu y puedo oler el perfume de su distancia. Sus pasos se siguen escuchando al lado de los míos... será tal vez, mis ganas de creer que aun sigo su camino. Una vez más vuelvo a preguntarme, y vuelvo a castigarme... En qué momento de esta historia de amor, llegué a perderlo todo... Cuando fue que dejé de ser su cómplice. Cual fue el día en que dejó de reír junto a mi. ¿Acaso era yo esa niña valiente que temerosa le confesó su amor? ¿Fui yo quien se enfrentó con el mundo solo por estar a su lado? Donde quedó mi fuerza... donde quedó mi coraje para amarla tanto. Sé que no importa que me derrumben, solo importa que vuelva a levantarme. Yo era aveces, única dueña de sus noches... Pude meterme en sus sueños... Acariciar su llanto y velar su cansancio. Yo tenía su brillo en mis manos. Hoy escucho su voz a lo lejos, y, a veces, me cuesta entender lo que me quieres decir, pero siento que en alguna ocasión pronuncias un “te quiero mi amor”.


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